Grecia, Europa y la civilización occidental: Historia en común
Hace casi 3000 años, los griegos y sus archiconocidas polis inventaron el concepto de la “Stasis” política. En aquellos tiempos en los que la Civilización Occidental comenzaba a dar sus primeros pasos, los griegos constataron en primera persona que el progreso siempre venía acompañado de profundas crisis, momentos en los que las tensiones crecían, los desacuerdos se ampliaban, y las crisis económicas alcanzaban sus cotas más altas.
Sin embargo, también supieron hacer frente a todo esto, supieron rehacerse de entre sus propias cenizas, y lograron con ello el primer gran hito de la historia europea: la creación de las Polis y el surgimiento de la Democracia. Ahora, unos cuantos de miles de años después, Europa parece no haber aprendido demasiado de sus tiempos pasados. La altanería de algunos grandes entendidos de la economía parece entroncarse con su total falta de perspectiva histórica. ¿Acaso una motivación económica puede realmente condicionar el formar parte o no de Europa? La respuesta es clara y rotunda, OXI (como dirían los griegos).
Europa nació en Grecia, y sin Grecia no puede entenderse a Europa. De hecho, el propio nombre de Europa viene dado por la ya legendaria mitología griega. ¿Se imaginan una institución en la que su propio nombre proviniese de un país ajeno? Difícilmente podría darse una situación más esperpéntica. Y es que algunos parecen no darse cuenta de que Grecia no Está en Europa, sino que Es Europa. Y uno nunca dejar de ser lo que realmente es, para bien o para mal. ¿Se imaginan una UE en la que grandes personajes como Heródoto, Aristóteles o Platón no fuesen considerados como partes de un mismo todo político, económico e histórico? Yo tampoco.
Tsipras, Juncker y Merkel: Adversarios condenados a entenderse
Por otro lado, los presidentes heleno, germano y de la comisión comienzan a percatarse de que un acuerdo es la única solución coherente a este conflicto. Alemania desea que Grecia pague hasta el último céntimo, pero también es plenamente consciente de que jamás podrá hacerse cargo de su deuda pública con las condiciones actuales. Tsipras está envuelto en una disyuntiva propia de la famosa novela Dr. Jekyll y Mr. Hyde: en su referéndum ha mostrado la contrariedad tanto del gobierno como del pueblo griego a seguir adelante con las políticas de austeridad, pero por otro lado, también está del todo claro que, si de verdad pretende alargar los vencimientos de la deuda o rebajar los intereses de la misma, inevitablemente tendrá que seguir apostando por las políticas de austeridad, les guste o no a los demás barones de Syriza.
Finalmente, Jean-Claude Juncker, como autoridad superior de toda la UE, intenta aliviar la tensión en la medida de lo posible entre ambos contendientes. Sabe que la salida de Grecia de la Eurozona podría tener consecuencias catastróficas para todos y cada uno de los implicados. Grecia perdería el codiciado colchón del Euro, y el resto de la Eurozona no vería jamás el dinero prestado. Por otro lado, con su salida, se abriría un peligroso precedente que Juncker pretende evitar a toda costa. Si Grecia no cumple, se le expulsa. Pero entonces, ¿Qué pasaría con otros países que previsiblemente no van a cumplir los objetivos impuestos? Tras la salida de Grecia, Portugal, Irlanda o incluso España podrían situarse en el punto de mira. ¿Y si ellos no cumplen, qué haremos? Lo que comúnmente es conocido como el “efecto dominó”, que ya desintegró la famosa Sociedad de las Naciones, amenaza con desintegrar también ahora a una Europa que ha costado más de 50 años construir, y que sin duda alguna supone uno de sus mayores logros históricos. .Además, ¿Acaso Tsipras, Merkel o Juncker quieren ser recordados como aquellos que comenzaron la liquidación por falta de pagos de la Eurozona? Creo que la pregunta se responde por sí sola.
Grecia, los Balcanes y el Bósforo: Una cuestión geopolítica
Por otro lado, la cuestión de la ubicación geográfica de Grecia sigue pasando por alto de una manera extremadamente imprudente. Desde hace siglos, Rusia, Turquía y los países de Europa Occidental han luchado y sangrado por mostrar su hegemonía en esta zona de enorme importancia geoestratégica. Sin ir más lejos, a mitad del siglo XIX la Guerra de Crimea (1853-1856) demostró la importancia de los Balcanes y el Estrecho del Bósforo tanto para los países implicados (Imperios Ruso y Otomano) como para las potencias occidentales más pujantes del momento (Francia e Inglaterra), que no dudaron en posicionarse en favor de los turcos por miedo a que la influencia rusa creciese en exceso.
También fue de vital importancia la cuestión balcánica para la creciente escalada de tensión que precedió a la tristemente conocida I Guerra Mundial, de la cual apenas se acaba de cumplir su centenario. La Historia nos demuestra con tan sólo echar un vistazo que la cuestión balcánica y de los estrechos siempre se ha mostrado de una importancia capital para la estabilidad de Europa. Una zona que durante largo tiempo estuvo controlada por terceros países, pero que en la actualidad está compuesta por un tercer actor, un actor occidental, europeo y verdaderamente democrático.
Rusia y Turquía se frotan las manos y esperan con los brazos abiertos la expulsión de Grecia. Unos podrían absorber rápidamente a los helenos dentro de su órbita económica con la excusa del apoyo financiero (Putin ya se lo ha propuesto varias veces al propio Tsipras). Mientras, Turquía esperaría con los brazos abiertos cualquier pretexto para situar a Grecia en un segundo plano dentro del mapa del Egeo y del estrecho del Bósforo. Turquía tiene las manos atadas en lo que se refiere a aumentar su influencia mientras Grecia siga estando apoyada unánimemente por parte de la UE, pero todo esto podría cambiar si a Grecia se le abandona a su suerte económicamente. Algo que bajo ningún concepto puede permitirse ni el Eurogrupo, ni la propia UE.
Sin duda alguna, Grecia debería pagar sus deudas, pero simplemente por eso, por una mera cuestión económica, no podemos abandonar a su suerte al país heleno. El proyecto Europeo escapa más allá de lo económico. Lleva progresando en lo político desde hace más de 50 años, y se entronca en lo cultural a través de milenios de historia en común. Una unión demasiado poderosa como para resquebrajarla por una mera cuestión de dinero.
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