El Brexit, un hecho

, de Xesc Mainzer Cardell

El Brexit, un hecho

Muchos nos negamos a pensar que pudiera ser una posibilidad real, incluso las encuestas marcaban durante los días inmediatamente anteriores al #EUref una tendencia de aumento del bando favorable a la permanencia respecto a los partidarios de la salida de la Unión Europea. Muchos pensamos que el sentido común y el sentimiento europeísta se impondrían, pero nos equivocamos. Ayer el Reino Unido votó abandonar la UE y la decisión abre tras de sí un panorama inédito.

Cuando David Cameron y el Conservative Party vencieron con mayoría absoluta en las elecciones generales de mayo de 2015, anunciaron la celebración de un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea antes del final de 2017 tras la firma de un nuevo acuerdo con Bruselas con respecto a la relación del país con la UE.

Tras la negociación y adopción de un acuerdo en el Consejo Europeo del 18 y 19 de febrero [1] , el día siguiente el primer ministro anunció la celebración del referéndum para el día 23 de junio. Tras un feroz debate entre las campañas del Leave (“salida”) y del Remain (“permanencia”), marcado por las salidas de tono de algunos miembros de la campaña por la salida de la UE, pero también por la violencia con el asesinato de la MP [2] laborista Jo Cox (fuertemente involucrada en la campaña por la permanencia), el jueves 23 de junio se procedió a la votación.

Los resultados.

Tras largas horas de tensión, finalmente se confirmó la voluntad de una mayoría de los electores con 17.410.742 votos (el 51,9%) a favor de abandonar la UE y 16.141.241 de votos (el 48,1%) por la permanencia en la Unión. Al analizar los resultados se observa claramente como la victoria del Leave se fundamenta en las zonas rurales de Inglaterra y Gales, mientras que las zonas de apoyo predominante del Remain se encuentran en Escocia (62% a favor de la permanencia, dónde ésta opción ha vencido en el 100% de las circunscripciones), Irlanda del Norte (55,8% a favor de la permanencia), el área metropolitana del Gran Londres (59,9% a favor de la permanencia) y Gibraltar (un 95,9% a favor de la permanencia).

¿Y ahora, qué?

Así pues, con éstos resultados se hace inevitable la salida del Reino Unido de la Unión Europea. De todos modos, el proceso no se realizará de manera automática. Tal como establece el artículo 50 del Tratado de Lisboa [3], para la salida de un estado miembro éste deberá notificarlo en primer lugar al Consejo Europeo, que deberá seguidamente iniciar un proceso de negociación para la salida ordenada de dicho estado del marco de la Unión. En caso de no producirse tal negociación o de fracasar ésta, la salida se produciría de forma automática con el cese en la aplicación de los tratados de la UE sobre dicho estado a los dos años de hacerse la notificación al Consejo de la voluntad de salir de la Unión Europea.

En su comparecencia de prensa para valorar los resultados, el presidente Juncker ha pedido que se respete la voluntad de los electores y la salida del Reino Unido de la UE se produzca lo antes posible para evitar prolongar la incerteza generada por un proceso que ha calificado como “doloroso”.

A nivel financiero, el resultado del referéndum ha provocado fuertes caídas de hasta el 8% en la cotización de muchos mercados bursátiles, en algunos casos alcanzándose caídas del 16% (caso del IBEX 35 en la mañana de hoy, día 24).

La salida del Reino Unido de la UE provocará un cambio importante en la correlación de fuerzas en el Parlamento Europeo. El resultado más visible será la desaparición del grupo de la Europa de la Libertad y la Democracia Directa (EFDD), que sin el sustento de los 22 escaños del UKIP se quedará en sólo 24 escaños, uno por debajo del mínimo necesario para formar grupo propio, y deberá disolverse pasando sus diputados al grupo de No Inscritos. En segundo lugar, el grupo de los Conservadores y Reformistas (ECR) quedará mermado, perdiendo los 21 escaños que aportan el Conservative Party y el Ulster Unionist Party (unionistas conservadores de Irlanda del Norte, aliados del Conservative Party) pasando de tercera a cuarta fuerza del hemiciclo con sólo 52 escaños. El tercer lugar en el Parlamento Europeo lo recogerá la Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa (ALDE), que sólo perderá el escaño de Catherine Bearder de los Liberal Democrats, pasando de 70 a 69 escaños.

El mismo número de escaños son los que perderá el Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea / Izquierda Verde Nórdica (GUE-NGL), que sin el escaño de Martina Anderson del Sinn Féin pasará de 52 a 51 escaños. El grupo de los Verdes – Alianza Libre Europea (Verdes – ALE) perderá 6 escaños que le aportan el Scottish National Party, Green Party of England and Wales y el Plaid Cymru, pasando de 50 a 44 escaños. Otro grupo muy afectado por el Brexit será la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D), que perderá 20 escaños que le aporta el Labour Party y pasará de 188 a 168 escaños. Y finalmente el grupo de la Europa de las Naciones y las Libertades (ENL) que perderá un escaño, pasando de 38 a 37. También se perderá el escaño de Diane Dodds, del Democratic Unionist Party (principal partido unionista de Irlanda del Norte) y actualmente en los No Inscritos.

A nivel interno, el Brexit dibuja un escenario incierto para el Reino Unido. Los efectos inmediatos ya se han dejado sentir, con el anuncio de la renuncia de David Cameron al cargo de Primer Ministro en octubre para que el Conservative Party pueda elegir un nuevo primer ministro que se haga cargo de las negociaciones para la salida de la Unión Europea. En el Labour Party, la frágil paz interna que se mantenía para la campaña del Remain ya se ha roto y dos MP han solicitado al partido la celebración de un voto de confianza sobre la figura del líder, Jeremy Corbyn al que se señala de euroescéptico y al que se acusa de no haber puesto ganas en la campaña por la permanencia en la UE [4].

Por otro lado, los resultados del referéndum en Escocia e Irlanda del Norte con una victoria clara de la permanencia abren la puerta a un escenario de cambio político importante. En Escocia, dónde el prospecto de la permanencia del reino Unido en la UE fue importante en septiembre de 2014 para decantar el voto de los escoceses en el referéndum por la independencia, ya han surgido voces reclamando un segundo referéndum soberanista. La Ministro Principal de Escocia, Nicola Sturgeon, ya ha dicho en rueda de prensa ésta mañana que se están preparando las tareas legislativas necesarias para un nuevo referéndum de independencia antes de la salida del Reino Unido de la Unión Europea [5].

Mientras tanto en Irlanda del Norte, dónde la cuestión de la pertenencia a la UE es de vital importancia, pues de ella depende en gran medida la libre circulación con la República de Irlanda, se ha abierto el melón de un referéndum por la unidad de Irlanda. Hoy mismo, los portavoces del Sinn Féin (principal partido del nacionalismo irlandés, presenta en las “dos irlandas”), han pedido la celebración de una consulta para que el pueblo norirlandés pueda votar la re-unificación de Irlanda . Según Declan Kearney, líder del SF, ha dicho al respecto que el gobierno británico “ha perdido su mandato para representar al norte de Irlanda ante la Unión Europea”. En ambos casos (Escocia e Irlanda del Norte), el independentismo ha defendido siempre la permanencia de los respectivos territorios dentro de la Unión Europea.

Dónde el futuro se plantea más incierto es en Gibraltar, colonia británica al sur de España y que ha votado con mayoría aplastante a favor de la permanencia en la Unión Europea. En tal decisión ha pesado enormemente la cantidad de lazos económicos y familiares entre ambos lados de la “verja” que separa del estado español a la pequeña colonia. El resultado del referéndum ya ha desatado en el gobierno español reclamaciones nacionalistas del tradicional “Gibraltar español” [6], una respuesta innecesaria al Brexit y que haga posiblemente más mal que bien.

Tras este breve repaso al panorama que se nos presenta, poco más se puede decir. Es todavía muy pronto para aventurarse a prever qué sucederá, y probablemente la reunión del Consejo Europeo de la semana que viene ayude a arrojar luz sobre el tema. La realidad es que el Reino Unido ya tiene un pie fuera de la Unión Europea y sólo queda atar los últimos cabos sueltos para que acabe de abandonar la familia que es la UE.

Pero también es cierto que, aunque se trate de un hecho traumático para muchos en Europa, no debemos resignarnos. La Unión Europea ha sabido sobreponerse y salir fortalecida de muchas crisis en el pasado, y aunque ahora parezca que tenemos una Europa en decadencia y sobrepasada por la crisis financiera y social que parece haberse convertido ya en crónica, el Brexit debe ser visto como una oportunidad. Una oportunidad para que la Unión Europea avance hacia una unión más fuerte, para que de una vez se ataque de frente los problemas de déficit democrático que padece su estructura institucional, y sobre todo para construir una Europa más democrática y que piense más en las personas. Una nueva Europa que, en un futuro, pueda ser también un hogar querido para 64 millones de británicos.

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