El oxímoron griego

, de Javier Carracedo

El oxímoron griego

El referéndum griego del domingo ha dejado un panorama sin precedentes en el proyecto europeo. No sólo nunca antes se había celebrado en el país heleno un referéndum sobre un plan con consecuencias fiscales sino que nunca antes un país desarrollado había impagado al FMI. Frente al cual Grecia es el mayor deudor del mundo. Respecto a la constitucionalidad o no del plebiscito, la complejidad de una pregunta tergiversada ha evitado al gobierno cualquier recurso en su contra.

¿Desea usted que le suban el IVA? ¿Usted, qué opina si le reducimos aún más su pensión de 200 euros? Preguntado así hubiese sido demasiado fácil, ¿no?

Los españoles no somos ajenos al drama griego, nos sentimos profundamente identificados con sus problemas. Y es que a muchos nos hubiese gustado una consulta sobre la reforma del oscuro artículo 135 en el verano de 2011 referente a la prioridad de reducción del déficit. Pero no se hizo y le costó el gobierno al Partido Socialista. Por otra parte, algunos hubiesen incluso pugnado por un referéndum sobre el precio de la cajetilla de tabaco o las tarifas del cine del barrio. Seamos cautos y discernamos.

Estos días sentimos Europa. Una Europa solidaria y comprensiva para con sus vecinos. Sin embargo, esto empieza a rozar una frivolidad un tanto extravagante. Últimamente es griega desde Marine Le Pen, quien saluda una “bella lección de la democracia”, hasta Raúl Castro, quien felicita a Tsipras como si de una “valiente política” frente al imperialismo se tratase. Por otro lado, son visibles los miles de espontáneos que se han comprado una bandera griega por Amazon o en el chino de la esquina. Algunos incluso chapurrean griego.

Pese a todo, debemos ser conscientes que el referéndum heleno es algo más que puro simbolismo. Si bien se pregunta malamente a la población sobre un plan expirado tras el impago del 30 de junio también es cierto que es un apreciado gesto de democracia para con los millones de griegos en situación de crisis humanitaria. Hoy se reunirá el Consejo Europeo donde Tsipras presentará su plan secreto para cuadrar las cuentas de un país con una deuda del 177% del PIB. Hoy el eje franco-alemán puede convencer al resto de Europa de retomar el diálogo y de la imperiosa necesidad de mantener a Grecia en el euro. Hoy puede ser el fin de la austeridad y el crecimiento negativo.

Y hoy también podríamos comenzar a analizar con ojo crítico lo que pasa en Grecia. La consulta del domingo se ha visto imbuida desde algunos sectores por algo así como una lucha antifascista o la victoria frente al capital chantajista de los terroristas del FMI. La reciente intervención pachangosa de Manu Chao cantando “Oh libertad, Hélada libertad” dota al proceso de unos tintes de lucha ácrata. Es el colmo. Esto no se trata de nacionalsocialistas contra oprimidos, cumplidores e incumplidores o chantajistas frente a marrulleros. Lo que hay es una emergencia social en Grecia y un agujero financiero en Europa. Lo que está en juego es la cohesión europea por un lado y la credibilidad del euro y de nuestros mercados por otro.

Muchos sueñan con un Grexit. Esto no sólo revelaría la tangibilidad e inestabilidad del euro sino un potencial opt out de cualquier Estado Miembro. Ni siquiera a Alemania le vendría bien, ayer salía el presidente del Bundesbank alertando de un agujero de miles de millones en la banca germana con este supuesto. Y es que como dice el dicho «si le debes diez mil euros al banco tienes un problema, pero si le debes un millón es el banco quien tiene el problema». Un disfrazado y lucrativo europeísmo comprando continuadamente insolventes bonos de deuda griega con alto rendimiento nos ha llevado a una situación en la que ni los inversores quieren dejarla caer.

Chantajistas, criminales, buitres carroñeros. Es muy fácil sentirse identificado con los que pierden. Pero insultar o tocar la guitarra no pagará ni un euro. Para empezar, la deuda con el FMI es con el 10% mientras que con la Eurozona –los Estados Miembros- y el Banco Central Europeo sube hasta el 66%. El interés de pago -políticamente establecido- que se le ofrece al Estado Heleno es del 2,26% pese a su alto riesgo, siendo este inferior al de la deuda alemana. En 2011 ya hubo una reestructuración en la que se le perdonó la mitad de la deuda. Y ahora se le plantea una moratoria de pago de 20 años e incluso una nueva quita del 30%. Y no olvidemos que es el Banco Central Europeo quien está asegurando la liquidez de los bancos griegos con inyecciones semanales, violando sus propios principios rectores. El dinero fluye, pero nunca incondicionalmente. Se avecina un nuevo rescate. Y como la democracia es para bien o para mal los Parlamentos europeos deberán aprobar el nuevo plan que con suerte se esbozará en la cumbre de esta tarde.

Hoy es la hora del raciocinio y de una integración convergente. Somos herederos de los errores del pasado. Una antesala en la que la caída de muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética nos llevaron a una integración monetaria y económica plagada de divergencias. En 1996 se establecían los criterios para unirse al futuro club del euro. Estos eran, entre otros 1) una deuda pública inferior al 60% del PIB y 2) una inflación controlada y convergente con los países del entorno. En 1996 Grecia tenía un 111,6% de deuda pública y un 8,2% de inflación[1]. Sólo Finlandia cumplía los objetivos demandados. En 1997 se decidió impulsar el proceso en plena ebullición balcánica y los objetivos fueron flexibilizados por cuestiones meramente políticas. En 1998 ya eran 11 países cumplidores entre ellos España o Italia, ligeramente retocados. Grecia brillaba por su ausencia. Pero… ¿cómo íbamos a construir un proyecto monetario común sin el país que supuso la cuna de la civilización occidental? El sentimentalismo acabó metiendo a Grecia en el Euro en 2001. Error.

En 2004 Grecia gana la Eurocopa y celebra los Juegos Olímpicos 108 años después. El orgullo patrio llega a sus máximos. Año 2009, se descubre un agujero fiscal de más de un 12% de déficit público. Año 2014, la deuda pública se sitúa en un 177% del PIB lo que implicaría destinar la actividad productiva casi dos años al pago íntegro de deuda para sanear las cuentas. Año 2015: el poder adquisitivo de los griegos se ha reducido en casi un 25%, las pensiones se han recortado en un 48% y los salarios de funcionarios públicos han caído más de un 30%. Un 60% de jóvenes no encuentra trabajo. La deuda y los acreedores suenan, obviamente, a cuento chino para una generación que nada ha hecho para merecer esto.

Al mismo tiempo, Grecia fue entre 2004-2010 el quinto mayor importador de armas del mundo. Y el actual gobierno de Tsipras se niega a una reducción drástica del gasto militar bajo presiones de su socio de coalición, la derecha nacionalista de Anel. Para más inri, una de cuatro actividades productivas en el país se hace sin factura, bajo un régimen de economía sumergida. El país con mayor morosidad fiscal de Europa. ¿Dónde está el patriotismo?

Ahora Syriza empieza a sacar banderas griegas y a dar lecciones de historiografía antigua. Hasta mi vecino de enfrente ha colgado una banderilla griega en el balcón. Una que compró en su último crucero.

A nadie le interesa que el próximo tour veraniego por las islas griegas se pague en dracmas. Las negociaciones se retoman hoy y será un “ahora o nunca”. Esta vez Varoufakis y su chupa de cuero estarán ausentes[2]. He de decir que me caía bien. Pero caerle bien al ciudadano y encontrarse profundamente mediatizado no son garantía de nada. Como tampoco ayuda llamar banda de criminales a aquellos a los que les debes dinero. El conocido y temido como “The Walking Debt”[3] ha dimitido, abriendo un nuevo horizonte en Bruselas.

Si “Je suis Greek” ha sido el lema de estos días hoy debemos enarbolar el cartel del “Je suis European”. En la oposición a un trato preferencial se encontrarán España, Portugal, Eslovenia, Irlanda o Chipre. Países que han hecho los deberes de la troika aún a costa de sacrificios sociales y electorales. En Lisboa y en Madrid están nerviosos. Los sucesos de este mes pueden marcar las próximas elecciones en octubre y noviembre respectivamente. En la posición más comprensiva estarán Italia o Francia. Alemania decidirá. Angela Merkel se juega su credibilidad frente a la opinión pública alemana, mayoritariamente reacia a perder dinero con el asunto griego. Tsipras debe acudir hoy a la consulta con el orgullo de haber arrasado en el referéndum pero con la humildad y la altura de miras necesaria para afrontar este nuevo reto.

Ayer leía que Grecia es el síntoma y Europa la enfermedad. Los pilares de esta Unión residen primordialmente en un Euro y en un mercado único abstracto. Y entonces cuando le tocan el bolsillo a uno saltan las alarmas. La crisis griega debe mostrar el rumbo de una Europa fortalecida que muestre que ante todo se trata de una Unión política. En 1953 los acuerdos de Londres condonaron a Alemania un 60% de su deuda de guerra, lo que abrió la puerta a la reconciliación franco-alemana y a la integración europea. En 2015 los griegos han suscitado el sentir de Europa. Ser la cuna de la civilización occidental no debe ser el argumento sino el ejemplo. Un ejemplo de verdadero europeísmo que los aleje de aquellos totalitarios que hipócritamente buscan sacar rédito político del drama heleno. Que así sea.

Un oxímoron es la convergencia divergente entre Estados Miembros practicada en Bruselas. Un oxímoron es la democracia tiránica auspiciada por irresponsables euroescépticos. Un morón es un idiota. OXI es un NO pero un SÍ. Un SÍ a Europa.

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