P: En 2018 iniciaste la iniciativa “Fairosene” con el objetivo de gravar el queroseno, esto es, el combustible de los aviones. ¿Cómo se te ocurrió esta idea?
R: La primera vez que escuché sobre la exención de gravámenes sobre el combustible de aviación fue en noviembre de 2018, cuando su fin se convirtió en una de las principales exigencias del movimiento francés Gilets Jaunes. La organización estaba luchando por aquel entonces contra un aumento abrupto en el precio del combustible para vehículos automóviles, cuando la aviación, desproporcionadamente utilizada por personas con altos ingresos, carecía de impuestos. Por añadidura, esta no es la única ventaja fiscal de la que disfruta la industria de la aviación – tampoco se aplica el IVA a los viajes internacionales. Todas estas ventajas han propiciado la reducción artificial de los precios que han agravado la crisis climática, al impulsar artificialmente la demanda. Es más, las emisiones procedentes de la aviación se han más que duplicado desde 1990, siendo el transporte aéreo uno de los escasos sectores que aún siguen aumentando sus emisiones. Si bien la movilidad internacional se vuelve cada vez más importante en nuestro mundo globalizado, es imprescindible promover la movilidad sostenible. Sin embargo, el medio de transporte motorizado más ecológico, esto es, el ferrocarril, a menudo es mucho más costoso que el transporte aéreo. Son precisamente estas ventajas fiscales las que incentivan a volar antes que viajar en tren, incluso tratándose de trayectos de media distancia. En consecuencia, deberíamos imponer más impuestos al tránsito aéreo, para subsidiar más trenes, nuestro mejor aliado contra la contaminación relacionada con el transporte y la movilidad. En el momento en el que la juventud comenzaba a manifestarse por el clima, se me ocurrió que yo también podía contribuir a la acción climática, lanzando una iniciativa más política. Y como la fiscalidad de la aviación por numerosas razones es menos complicada a nivel europeo, era necesaria una campaña europea. Como estudiante de Estudios Europeos, estaba familiarizado con el procedimiento de la Iniciativa Ciudadana Europea, la cual es una herramienta para que los ciudadanos europeos podamos contribuir en la definición de la agenda política. Un grupo de siete ciudadanos europeos lanzan una petición proponiendo a la Comisión Europea a iniciar el procedimiento legislativo basado en la propuesta, que debe formar parte de las competencias de la UE. Si la propuesta consigue un millón de firmas en 12 meses, la Comisión Europea está obligada a revisar la solicitud, pero no por ello se convertirá en un procedimiento legislativo. Debido a que la ICE es una herramienta útil, la única que existe, de hecho, para tener impacto en la agenda política de la UE, decidí utilizarla para urgir a nuestros responsables políticos a que pongan fin a la absurda exención.
P: Casi dos años después, ¿cómo evalúas la Iniciativa Ciudadana Europea? ¿Le concede a los ciudadanos un acceso directo al proceso legislativo de la UE o te encuentras más pesimista al respecto?
R: Habíamos recogido 700.000 firmas en 7 meses, cuando la Comisión Europea presentó el Pacto Verde Europeo, su nueva estrategia para hacer de Europa el primer continente libre de carbón, lo cual implicaba gravar el queroseno. Nuestra ICE ha tenido su final feliz, no obstante, muchas no tienen la misma suerte. De las 80 iniciativas lanzadas solo 5 obtuvieron las firmas requeridas. Por otra parte, muchas de las personas promotoras de las iniciativas que consiguen cumplir todos los requisitos no están contentas con las acciones de seguimiento de la Comisión... Los ciudadanos corrientes no tienen la oportunidad de alcanzar el millón de firmas requeridas. Los promotores que tuvieron éxitos no fueron ciudadanos corrientes sino, más bien, personas que trabajan en ONG o sindicatos, cuyas organizaciones y redes decidieron unir fuerzas para lanzar una campaña paneuropea. Sin embargo, ellos poseen extensas listas de correos, importante financiación, así como conocimientos técnicos, entre otras, recursos con los cuales los ciudadanos de a pie no cuentan. Por consiguiente, es un tanto hipócrita llamar a este procedimiento Iniciativa Ciudadana Europea cuando los ciudadanos no pueden usarla con éxito. Por tanto, soy bastante crítico con la ICE. No obstante, sigue siendo la única herramienta de democracia participativa existente que tenemos como ciudadanos de la UE (a parte de responder a las consultas públicas) y, por tanto, es crucial que sigamos haciendo uso de la misma (¡una mala herramienta es mejor que ninguna en absoluto!). Alcanzar el millón de firmas requerido es un gran desafío, pero los ciudadanos no pueden permanecer callados: ¡tenemos que ser más participativos para resolver los problemas colectivos! Si nos quedamos callados, ellos salen ganando.
P: Una vez que la Comisión Europea haya preparado su propuesta, ¿seguirá siendo necesaria más acción por parte de la sociedad civil?
R: La Comisión Europea actualmente se encuentra evaluando los impactos de tal impuesto. Debería convertirse en una propuesta legislativa para junio de 2021. Una vez comiencen las negociaciones, necesitaremos la ayuda de los ciudadanos europeos. Por el hecho de que las políticas fiscales se deciden por unanimidad, todos los Estados miembros deben estar de acuerdo con la introducción del impuesto, teniendo cada uno de ellos el derecho al veto. Como te puedes imaginar, muchos países se opondrán a gravar justamente el transporte aéreo. Entonces, necesitaremos presión pública para mostrar y convencer a nuestros gobiernos de que es hora de anteponer el planeta al privilegio del modo de transporte más contaminante y al crecimiento económico.
P: Debido a la pandemia el número de vuelos ha decrecido drásticamente, disminuyendo las emisiones. ¿Es este el momento de cambio que estábamos esperando?
R: No. Podía haber sido, pero nuestros gobiernos decidieron lo contrario. Los gobiernos europeos rescataron a las aerolíneas sin prácticamente condicionantes ambientales. Pese al rápido aumento de las emisiones de CO2 y la ausencia de impuestos en tiempos de bonanza, nuestros responsables políticos decidieron que la industria de la aviación valía la pena ser rescatada con el dinero de los contribuyentes y sin condiciones medioambientales como, por ejemplo, la reducción de las emisiones. Dado que la pandemia no parece tener un final próximo, se necesitará más dinero público para mantener a flote o, en este caso, en el cielo, a las aerolíneas europeas. Realmente era el momento de un cambio profundo en nuestro sistema de transporte y el momento de reducir nuestra dependencia del petróleo, pero nuestros gobiernos han decidido seguir empeorando la crisis climática y posponiendo la acción climática en la aviación.
P: ¿Qué es lo próximo en tu agenda?
R: Me uní a Generation Climate Europe (GCE), la coalición más grande de ONG lideradas por jóvenes a nivel europeo que impulsa una acción más fuerte de la UE en cuestiones climáticas y medioambientales. Soy el facilitador del Grupo de Trabajo sobre Movilidad Limpia en el que abogamos por políticas de transporte de la UE más ecológicas. La aviación representa el 13% de las emisiones relacionadas con el transporte lo que nos deja muchas otras fuentes de contaminación que afrontar: motores diésel, todoterrenos, cruceros, etc. ¡Generation Climate Europe está creciendo y buscando más voluntarios! ¡Ven y aprende más sobre la elaboración de políticas de la UE, las políticas medioambientales, el lobbying y las campañas, mientras contribuyes a que la UE sea más verde! Consulta esta página para convertirte en voluntario.
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