A principios de año saltó la sorpresa: ¡elecciones en Grecia! El continente entero posó sus ojos sobre Atenas durante las elecciones de enero de 2015. SYRIZA, el partido liderado por Alexis Tsipras, se presentaba con la ambición de poner punto final a las políticas de rescate que parecían no tener «ninguna alternativa». Se trataba de suspender las reformas económicas, acabar con la austeridad dictada y extinguir las deudas de Grecia. Estas exigencias provocaron todo un terremoto europeo que casi desembocó en la bancarrota del Estado griego y su salida del euro. Ahora, el clima político reinante entre Grecia y la UE ha cambiado. El último acto en el drama de la deuda griega ha hecho que la UE vea a Alexis Tsipras como posible garante de la salida de la crisis latente del euro. ¿Cómo se produjo esta metamorfosis?
Los nuevos enemigos de Syriza
Grecia se ha vuelto cada vez más dependiente de los Estados Miembros de la UE a medida que avanzaba la crisis financiera y del euro. Los socios europeos de Grecia acudieron a su auxilio, pero a cambio exigieron reformas. Se apeló a instituciones internacionales para supervisar y echar una mano en la implementación de las reformas que pretendían regenerar el sistema económico y administrativo heleno. SYRIZA se posicionó en contra de todos estos actores. Si ganó las elecciones de enero, fue en gran parte porque supo conseguir el apoyo de sus votantes en su combate contra los enemigos extranjeros: la Troika, los acreedores internacionales y los mercados financieros. Tsipras se atrevía con todos ellos, buscando una quita de la deuda como objetivo principal. Sin embargo, los acreedores no se movieron ni un ápice. Europa se asomó al abismo del «Grexit» y Syriza cayó derrotada. El clima ha cambiado ahora que se acercan nuevas elecciones. Tsipras no ha tirado la toalla y pide a los griegos que le mantengan en el poder. Los nuevos enemigos del jefe de gobierno se encuentran dentro del país. Reclama a sus votantes que le apoyen en el «combate contra la corrupción y las desigualdades, contra el fraude fiscal y la burocracia». Estos objetivos se asemejan a los de los Estados Miembros, que apuestan por reformas económicas para mejorar la competitividad de Grecia.
Los griegos no abandonan a Tsipras
Una de las muchas contradicciones y paradojas de la crisis del euro es que la voltereta política de Tsipras no le haya costado la confianza de los helenos. Actualmente, es el favorito para ganar las elecciones de septiembre. El carismático político de izquierdas ha logrado conservar su credibilidad ante sus votantes a pesar de su derrota política. Sin embargo, Syriza está al borde de la ruptura. Aproximadamente un tercio de su grupo se negó a apoyar a Tsipras en la última ronda de votaciones. Las nuevas elecciones representan una oportunidad para que el jefe de gobierno haga limpieza de los enemigos políticos que tiene dentro del partido, que en septiembre podrían volver al Parlamento con un nuevo partido y retomar su papel de oposición de izquierdas. Así, Tsipras dejaría vía libre para las reformas políticas marcadas por la UE de modo pragmático.
La crisis del euro continúa
No está claro que estas reformas ofrezcan una salida de la crisis del euro a largo plazo. En los próximos años, se espera que el Estado griego lleve a cabo privatizaciones, suba los impuestos y, por encima de todo, que ahorre. Se supone que el gobierno usará el superávit resultante para consolidar sus finanzas y devolver el dinero prestado. La primera batalla se saldó con los países acreedores imponiendo su ley a Grecia. Ningún precio político era demasiado alto para mantener a Grecia en el programa. Ahora que el gobierno griego se apresta a luchar contra la esclerosis económica, la burocracia arraigada y la corrupción. A pesar de contar con el apoyo de sus socios europeos, a Tsipras y Syriza les espera una tarea hercúlea.
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